Escribí este artículo para Al-Hurra Está es una versión traducida al español
La fotografia de un sospechoso del atentados de Barcelona- AFP
Al-Ándalus, Año 1010 – Muhammed II pidió ayuda a dos dirigentes catalanes, el conde de Barcelona y el conde de Urgel, para recuperar Córdoba de manos de su rival Sulayman. Se estaba desarrollando una violenta guerra civil en Córdoba. Muhammad II destronó inicialmente a su primo, el Califa Hisham II, en 1009, pero los generales bereberes del ejército de Umayyad prefirieron a Sulayman. Muhammed II se impuso con la ayuda catalana, pero posteriormente fue asesinado y la guerra civil [fitna] se prolongó durante años. Lo que a la postre hizo que el Califato Omeya en Córdoba llegase a su fin.
El terrible ataque terrorista de la semana pasada en Barcelona me hizo recordar varias discusiones que mantuve en el pasado con muchos islamistas. Como norma general, siempre se mencionaba a la España árabe del “Al-Ándalus” en cualquier conversación con cualquier islamista, sin importar su afiliación.
Durante los Juegos Olímpicos de verano de Barcelona en 1992, mis elogios de la ciudad anfitriona no resultaron del agrado de un conocido islamista. Esto desencadenó un largo debate sobre diversos temas, desde por qué la sugerente ropa de deporte estaba prohibida para las mujeres, a por qué los musulmanes no debían sentir fascinación por occidente. Por supuesto, el Al-Ándalus fue mencionado con el habitual romanticismo de la época dorada. Pero añadió de pasada una frase intrigante: “incluso los catalanes mataron musulmanes”.
Me llevó años descubrir el origen histórico tras su retorcida acusación. Sólo una mente enferma vería este breve encuentro histórico como un ejemplo de cristianos matando a musulmanes. Las divisiones entre árabes y la rivalidad entre árabes y bereberes fueron los principales motivos de la guerra civil en Córdoba. El papel de los cristianos en la guerra (catalanes u otros) era un detalle secundario.
Una percepción equivocada, extendida en el mundo árabe, es que para ellos la ideología radical es irrelevante. Lo cual no es totalmente cierto. Aunque los verdaderos culpables de los ataques terroristas de Barcelona puedan ser ignorantes, los islamistas radicales basan sus acciones en una ideología política islámica más amplia y bien establecida, que tiene sus propias interpretaciones de la historia del islam y que está específicamente obsesionada con el Al-Ándalus.
Hace dos meses, el 11 de junio, el islamista egipcio Ayman Khamis habló en el canal de la Hermandad Musulmana Egipcia con base en Turquía Mekameleen TV y describió el Al-Ándalus como una tierra ocupada, añadiendo: “Recuperaremos el Al-Ándalus de España igual que recuperaremos Palestina de los judíos”.
En su búsqueda por dominar la escena política, los islamistas necesitaban un ejemplo del pasado para respaldar su afirmación de que un gobierno basado en la sharia puede ser multicultural y exitoso. Con este objetivo en mente, el Al-Ándalus se ha convertido en un pilar importante de la propaganda islamista. Los islamistas adornan el pasado, escogen detalles históricos que les favorecen y se enriquecen con justificaciones religiosas.
Sin embargo, esta máquina de propaganda no permanece en medio de la nada. Los islamistas explotan una nostalgia mucho más amplia, que está extendida entre los árabes de a pie, sobre lo que perciben como su “edad de oro” del islam. Pero mientras que los musulmanes de a pie se enorgullecen de la historia abierta y tolerante del Al-Ándalus, con sus poemas románticos, música y arquitectura, los islamistas políticos se centran en la dominación religiosa y en cómo fue una vez un camino para la adquisición de poder.
En medio de la interminable turbulencia política en Oriente Medio, muchos ven esta nostalgia hacia el Al-Ándalus como un impulso moral benigno, inofensivo y muy necesario para restablecer la fe del árabe en sus propias capacidades.
Los ataques terroristas de Barcelona deben, sin embargo, desafiar esa suposición ingenua. El camino a Barcelona comenzó hace mucho tiempo como una nostalgia inofensiva sobre la tierra de la gloria, el Al-Ándalus. Más tarde se convirtió en una fijación obsesiva en el pasado por parte de los islamistas políticos y ahora, ha tomado un giro peligroso y violento por parte de grupos radicales.
Nosotros los árabes tenemos todo el derecho de estar orgullosos de nuestras civilizaciones pasadas, pero no debemos permitir que nuestro orgullo nos distraiga del entendimiento histórico. Nuestras civilizaciones pasadas no fueron perfectas. El Al-Ándalus era una tierra de amor y romance, pero también la tierra del derramamiento de sangre y la traición. Los árabes se aventuraron en la Península Ibérica con profunda desconfianza entre ellos y en sus mandos bereberes. Esto condujo finalmente a una guerra civil destructiva que concluyó de forma efectiva el reinado de los Omeyas y preparó el camino para el declive final.
Los turistas árabes hacen gustosos una pausa junto al magnífico palacio de la Alhambra de Granada, pero tal vez una visita a las ruinas de Medina Azahara en Córdoba, y a su trágica historia sobre la guerra civil medieval, les ayudaría a completar el cuadro.
Los imperios se elevan y con el tiempo caen. El Al-Ándalus no fue una excepción. No es un modelo que se pueda replicar. El contexto en el que existió el Al-Ándalus es imposible de emular en nuestros días. No debemos permitir que los islamistas manipulen nuestra mente. Idealizar el pasado no lo resucitará ni traerá un futuro mejor para el mundo árabe.